Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio que todas las personas son creadas iguales.Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como último lugar de descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas porque esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.Pero, no obstante, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí lo han consagrado ya muy por encima de nuestro pobre poder de añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que ahora decimos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron en este campo.Somos, más bien, nosotros, los vivos, los que debemos consagrarnos ahora a la tarea inconclusa que, aquellos que aquí lucharon, hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos ahora a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que, de estos muertos a los que honramos, tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron hasta la última medida completa de celo. Que resolvamos aquí, firmemente, que estos hombres no habrán muerto en vano.Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad.Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.
sábado, 4 de agosto de 2012
Discurso de Abraham Lincoln en Gettysburg
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