martes, 22 de mayo de 2012

Escuela de Traductores de Toledo




Como consecuencia del ambiente cultural a mediados del siglo XII,  nace un fenómeno conocido como la Escuela de Traductores de Toledo, que no se trataba de un centro educativo, a pesar de su nombre, sino de un grupo de estudiosos cristianos, judíos y musulmanes que trabajaron conjuntamente en la investigación y traducción de todas estas obras encontradas de la cultura árabe y de la antigüedad, trasmitiéndolas posteriormente al resto de la Europa medieval, alimentada hasta ese instante única y exclusivamente por la cultura latina. 


En su primer periodo,  impulsado por el arzobispo don Raimundo, se tradujeron fundamentalmente obras de filosofía y religión del árabe al latín. Las universidades europeas comenzaron a conocer las obras de Aristóteles, comentadas por filósofos árabes como Avicena y Alfarabí, de autores hispano-judíos como Ibn Gabirol, y también se tradujeron el Corán y los Salmos del Antiguo Testamento.

Tras una fase de transición, con la llegada de Alfonso X en el siglo XIII, comienza su segundo periodo; una etapa en la que se realizan las traducciones de los tratados de astronomía física, alquimia y matemáticas. El gran impulso que este monarca dio a la Escuela de Traductores de Toledo supuso que este organismo recopilara un gran caudal de conocimientos, que el rey encauzó a través de la edición y composición de algunas de sus obras, entre la que podemos destacar las Tablas Alfonsíes. Otras obras traducidas de gran importancia fueron los tratados de Azarquiel, de Ptolomeo y del médico y matemático árabe Abu Ali al-Haitam. También vieron la luz obras como los Libros de ajedrez, dados y tablas y recopilaciones de cuentos como Calila e Dimma y Sendebar.

En este segundo periodo, las traducciones no se hacen al latín sino al castellano, y los métodos de traducción evolucionaron con el tiempo. A diferencia del primer periodo donde  un judío o un cristiano conocedor del árabe traducía la obra original oralmente al romance, ante un experto conocedor del latín, el cual redactaba posteriormente en esta lengua lo que había escuchado. En el segundo periodo, las obras eran traducidas por una única persona, conocedor de diversas lenguas, cuyo trabajo era finalmente revisado por un enmendador.

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